10/01/2020PIGAFETTA, 10-01-1520

Continuando después nuestro camino, llegamos hasta el grado 34, más un tercio del Polo Antártico, encontrando allá, junto a un río de agua dulce, a unos hombres que se llaman "caníbales" y comen la carne humana. Acercósenos a la nave capitana uno de estatura casi como de gigante para garantizar a los otros. Tenía un vozarrón de toro. Mientras éste permaneció en la nave, los otros recogieron sus enseres y los adentraron más en la tierra, por miedo a nosotros. Viendo lo cual, saltamos un centenar de hombres a tierra en busca de entendernos algo, trabar conversación; por lo menos retener a alguno. Pero huían, huían con tan largos pasos, que ni con todo nuestro correr podíamos alcanzarlos. Hay en este río siete islas. En la mayor de ellas encuéntranse piedras preciosas; se llama Cabo de Santa María. Todos pensábamos que se pasaba desde allí al mar del Sur, que no lo es del todo (aunque lo pareciera, por no haberse descubierto más en esa dirección). En definitiva, no es aquel un cabo, sino el desemboque de un río que tiene de boca 17 leguas. Río, junto al que, en anterior ocasión, y por fiar demasiado, un capitán español, por nombre Iohan de Solís, fue devorado por los caníbales, junto con sesenta hombres. Fueron a descubrir tierras, como nosotros.