16/08/2021PIGAFETTA, 16-08-1521

Entre el último espolón de Burne y una isla llamada Cimbonbon -que se encuentra a los ocho grados y siete minutos- hay una ensenada perfecta para carenar naves; con lo que allá nos metimos, y, por no disponer de los elementos necesarios para nuestra tarea, se invirtieron cuarenta y dos días.

En ellos nos fatigamos todos, quién por una labor, quién por otra; aunque nuestro esfuerzo principal lo recababa el tener que ir por leña al bosque descalzos. Hay allá cerdos salvajes; desde un esquife matamos uno, mientras nadaba de una isla a otra. Tenía una cabeza de dos palmos y medio de grande, y largos los dientes. También abundan los cocodrilos desmesurados, así de tierra como de mar, ostras y crustáceos de especies varias. La carne de dos de esos moluscos llegó a pesar, respectivamente, veintiséis libras y cuarenta y cuatro. Sacamos un pez con la cabeza como un cochino y dos cuernos; su cuerpo tenía un hueso sólo, con un bulto en la espalda en forma de silla de montar, y pequeño. Hay también árboles cuyas hojas, al caer, están vivas y andan. Son hojas aproximadamente como de moral, aunque menos largas. Encuéntranse también pedúnculos por todas partes; el pedúnculo tiene sólo dos patas, es corto y puntiagudo, carece de sangre y huye cuando alguien choca con él. Durante nueve días tuve a uno guardado en una caja. Cuando la abría, daba vueltas en torno a ella. Pienso que no viven sino del aire.